julio 22, 2010

llantos

~ ¡No te atrevas a llorar! ¡QUE NO LLORES!~ Así le urgió mentalmente su propia voz, era imperativo el lograrlo, pero fracasó. Ni siquiera era conciente de ello, apenas doscientos metros la separaban del destino en el que finalmente podría desahogarse y soltar esas lagrimas, camino mas rápido, casi al trote, notando como los otros transeúntes se le quedaban viendo, mientras el fresco aire de lluvia le bailaba entre mechones de cabello. Seguro esa imagen de una chica medio despeinada por el viento con paso apretado llena de bolsos y lagrimas no seria tan común (incluso para una ciudad así de grande con una falta de interés que no sea el propio) Alzo una mano aflojando los dedos; viendo de manera borrosa como desaparecía la forma de roca que tenían, para volver a ser solo una mano y la llevo hasta sus mejillas donde se encontraron con agua que no provenía del cielo.

Finalmente llego a la seguridad tras sus puertas y cortinas en lo que pareció toda una eternidad. Ahora ya no lloraba solo le temblaba el cuerpo. Ahora que podía hacerlo, la carrera y lo poco que había intentado no llorar, le habían bloqueado el acceso a la liberación.

Hace días había tomado cierto libro de la repisa, lo había tomado con deliberación pese a que ya lo había leído dos veces. Ese libro era una agonía página tras página. El dolor de la protagonista le calaba a ella misma, se sentía reflejada en el. Conocía la sensación exacta que tenia la heroína, sabia del hueco en medio del cuerpo con llagas escociéndole, sabia lo que era tener el cuerpo en fragmentos y abrazarse a si misma cuando el dolor era muy intenso porque sentía que de no hacerlo se rompería en fracciones. Sabia de ausencias en la mente en la que nadie mas tenia espacio aparte de la nada, porque pensar era peligroso, porque todo pensamiento le llevaría de nuevo hacia lo que evitaba. Sabia que releer ese libro le llenaría los ojos de llanto y eso estaría bien, porque era lo que quería, pero no lo haría por los motivos que se prohibía, ahora siempre podía decir “pobre niña… eso es dolor” y llorar en nombre del ficticio dolor y no el propio. Al llegar a la parte del libro en el que se encuentran de nuevo el Romeo con la Julieta perdió casi todo el interés, se obligo a leer solo porque odiaba dejar los libros empezados (aunque no fuera la primera vez que lo leía), se preguntó si le costaría mucha dificultad el conseguir la versión del libro en película y se respondió rápidamente que eso era lo mas sencillo en el mundo, lo que si costaría mucho esfuerzo seria el ver las imágenes y notar el destrozo de ser humano que estaba representado en pantalla, ese rostro flagelado en dolor que le recordaba uno que veía tan a menudo como se pasaba junto a una superficie reflectante. Se abrazo de nuevo, enterrando casi los helados dedos en las costillas, con eso logro respirar mejor, con menor ansiedad.

Suspiro con fuerza… hace poco había creído estaba mucho mejor, incluso le parecía muy agradable la compañía, pero hoy no (tal vez por las nubes que amenazaban con soltar una guerra, o la fecha en concreto). La realidad es que pese a lo que decía “así estoy mejor” sabía que se sentía abandonada –de nuevo –.

Tal vez hay maldiciones que duran para siempre… tal vez algunas no tienen antídoto. Tal vez ese era su destino.

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